El prefijo “in” cambió nuestras vidas

Con el correr de los encuentros, entre Florencia y yo, la revancha quedó olvidada...

El adulto, por lo general, pese a estar expuesto a riesgos, se siente a salvo de eventuales faltas de lealtad de su pareja. Esa firme convicción, se sostiene, como que el tiempo no constituyese un problema.

Pero el tiempo, implacable, actúa y, de pronto, una ausencia, un olvido, una dificultad o un cansancio justificado o no y la intromisión de una tercera persona, producen un cambio, la aparición del prefijo “in” que rompe el pacto de perduración. A partir de ahí, la in-fidelidad ocupa un sitio predominante y el ser que la siente le confiere un espacio en detrimento de intereses de otro tipo, le dedica una atención que no quisiera prestar, porque experimenta grandes tormentas en su sustancia espiritual en estado de agitación. Y se revuelca en esa “arena movediza” sin percatarse, que cuanto más se agita más se hunde.
Demora en darse cuenta que no es para tanto y, cuando lo logra, suele encontrar, en la infidelidad, un argumento para “barajar y dar de nuevo”.

La verdad oculta

Sentados en una mesa de la cantina del club, como réplica a una alusión mía al relieve de las cualidades y méritos de buena esposa de Mariela, Darío:
-¡Juannnn!!! ¿De veras que no sabes nada? –
Es mi amigo de toda la vida. Me miró de forma tal que vi venir algo ominoso.
-¿De qué estamos hablando? – murmuré entre dientes.
-¡Mariela te mete los cuernos, como mínimo, cuando estás de viaje!-
El imprevisto suceso desgraciado había, por fin, salido, brutalmente, a la superficie.
-La vi, entrando en un motel, abrazada a un tipo que le tenía una mano en los glúteos. –
Inexplicablemente, a lo impiadoso de la revelación, sobrevino la intriga:
-¿Vos lo conoces, Darío? ¿Lo conozco yo?–
-¿Para qué quieres saber con quién? A él le dan el “dulce” y, obviamente, lo muerde.-
Tenía razón, el prefijo “in”, antepuesto a la raíz fidelidad, era responsabilidad de Mariela.
De todos modos, mi amigo dijo quién era que se “volteaba” a mi esposa y donde encontrarlo. No, yo no lo conocía.

La reacción

Curiosamente no encaré, de inmediato a Mariela. Ya vería el cómo y el cuándo.
Me concentré, obcecado, en el castigo y pena a infligirle al partícipe, necesario, en la deslealtad de ella. Llevaba unos días sin decidirme cómo enfrentarlo, cuando di con un aviso que ofrecía en venta una moto 500 cm cúbicos. Invocando lo publicado, lo llamé por teléfono, concerté una cita con él para la tarde.
Abrió la puerta de calle, Florencia, su esposa – Bonita mujer, alta, de linda sonrisa y ojos preciosos –
Él era (es) de buena presencia, moreno, alto, de cuerpo atlético de edad similar o apenas menor a la mía. Extendió su mano derecha y se presentó:
-Héctor, mucho gusto.-
-Un placer, Juan- respondí
-Por aquí, por favor –
Salimos al jardín y nos encaminamos hacia un cobertizo el fondo del mismo.
-Aquí puede ver la…-
Lo interrumpí:
-La verdad, mentí que es un placer verte y que estoy interesado en tu moto. Soy el marido de Mariela –
Se le borró la sonrisa de la cara y, por instinto, dio un par de pasos atrás.
-Tranquilo no vengo a agredirte. Quería conocer el tipo que arruinó mi familia. –
-¡Por favor, no le digas nada a mi mujer!-
No le di garantías.
–¿Por qué no me consta todo vos, Héctor? –
Era evidente que tenía más ganas de que me fuera que de hablar conmigo.
-Bueno, no sé. No hay mucho que contar: nos presentaron en casa de unos conocidos en común.-
-¿Y?-
-Unos cuantos días después, nos encontramos por pura casualidad, en el centro comercial. Conversamos, ella me ayudó a elegir una camisa, la invité con un café en un bar, quedamos para volver a vernos a los dos días y… sucedió.-
-¿Así de sencillo?-
-¡No creas! Ella me esquivó bastante, ¡Un montón!!! Tuve que remar a lo loco…. Pero ojo, ahora lo nuestro no es sólo sexo, sobretodo es….-
No quise oír más y me dirigí a la casa, seguido por él un par de pasos detrás.
Florencia, sonriente, indagó:
-¿Y, que le pareció?-
-Voy a pensarlo. Ahora tengo otro compromiso, Buenas tardes. –
Repentinamente me “brotó” una idea: “el castigo”. Ella entreabrió la puerta de calle, le tomé la cara con ambas manos y le “estampé” un beso en la boca.
-¡Pero…. ¿Qué es estoó? ….- sus ojos, dilatados por la sorpresa, fueron de mi cara a la del esposo, que agachó la cabeza y esquivó su mirada.
Saqué de mi bolsillo mi tarjeta de visita y se la puse en la mano.
-Héctor te va a explicar y, si te queda algo no muy claro, llámame y te doy los detalles y pormenores que necesites. –
Salí a la calle, no precisamente, orgulloso de mi comportamiento, pero con una sensación de alivio.
Esa misma tarde/noche, en la cara a cara Mariela, me enteró – derramando alguna que otra lágrima – que ella se había enamorado y que había decidido pedirme el divorcio. Sólo que no encontraba el ánimo ni el momento. Dijo tenerme cariño y mucho respecto. Que no se veía en el rol de mujer para ser compartida. Lo correcto era separarse de la mejor manera, para afectar lo menos posible a las dos nenas.
Estuve de acuerdo. Otra no cabía.

Lo que no me esperaba fue la llamada que recibí dos mañanas después:
-Hola Juan, soy Florencia la esposa de Héctor –
-Hola ¿Cómo estás?-
-Bien, dadas las circunstancias. ¿Vos?-
-Tal cual vos, rehaciéndome de lo impensado. –
-Escúchame ¿Podes venir, a casa, esta tarde entre las 2:00 y las 5:00?
-Como poder puedo pero no me agrada la idea de volver a ver tu marido. –
-Ven tranquilo, no va estar él ni los chicos, en la escuela a esa hora-
No adelantó nada sobre el motivo de la invitación. Insistió que fuera a verla.
Me recibió vestida con esmero y buen gusto, una amplia sonrisa y un beso en la mejilla. Mientras preparaba el café, entró en tema:
-A mí, como descendiente de franceses me atrae la simetría –
-Sí, es sabida la predilección de los franchutes por la simetría en el arte y en la arquitectura
-En otros temas también, Me refiero, por ejemplo, al…. sexo –
Me quedé mirándola con intriga y curiosidad. Ella trajo, de la cocina, la bandeja, sirvió las dos tazas y, mientras revolvía la suya con una cucharita:
-Juan, mi marido, Héctor se encamó con tu esposa en tu cama matrimonial – me lo confesó – tu mujer se acostó en vuestra cama matrimonial, con su amante. –
Hizo una pausa, semblanteando mi actitud. Debe haberle parecido favorable.

-¿Qué te parece si les pagamos con la misma moneda: vos te encamas conmigo en la cama matrimonial de él y, por ende, yo me acuesto contigo en nuestra cama matrimonial? Simetría completa o empate. –
Intenté hacerla recapacitar, para que luego no se arrepintiera. Se mantuvo en “sus trece” e hizo dos movidas contundentes: con una mano en mi nuca, atrajo mi boca hacia su boca, devolviéndome el beso que le había dado yo, de sopetón dos días antes y puso en mi mano una cajita de preservativos, que sacó del bolsillito de su blusa.
Yo con el ayuno carnal de varios días cedí rápidamente.
Allá fuimos y sucedió, por partida doble.
En los descansos, post coitos, Florencia manifestó sentirse muy gratificada y complacida. Yo devolví las alabanzas, y era sincero: fue muy placentera la experiencia.
Ambos, concordamos que debíamos repetirla a la brevedad.

La conclusión

Lo inaudito, insólito es que lo que comenzó como una venganza, con el correr de los encuentros, entre Florencia y yo, la revancha quedó olvidada, sobrevino el deseo vehemente, señoreó el placer, asomó la estima y el cariño y, por fin, ambos nos enamoramos locamente.

Hoy, divorcios de por medio:
Florencia y yo, unidos en segundas nupcias, convivimos con Marcelo y Karina sus hijos en la casa de ella.
En la que fuera mi casa, Mariela y Héctor, también casados por segunda vez, conviven con Lucía y Airén mis hijas.

Los adultos mantenemos una correcta y civilizada relación. Los 4 adolescentes una muy estrecha, se sienten y actúan, casi, como hermanos.

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1 Comment

  1. says: Leonardo

    Una historia con un final feliz, como un cuento de hadas. Un caso en un millón. Lo más importantes es que sean felices y sólo eso. Se enfrentan o enfrentarán o críticas, es de valientes luchar por lo que realmente se desea… sólo se vive una vez. No alabo lo realizado porque es pecado, pero por algo suceden las cosas y mientras no salga nadie dañado es aceptable el caso. No tengo ninguna autoridad moral para calificar esta relación pero los admiro por luchar por su amor y les deseo la felicidad genuina y sincera.

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