Entre el deber y el querer

Mi historia sé que a muchos quizá les desagrade, porque seré la mala de la historia pues por meterme con un hombre casado merezco los peores insultos por malograr un hogar.
Sin embargo, cuando nuestro corazón se inclina por amar a una persona no se pone a analizar si es soltero o no,  si es rico o no,  si es guapo o no. Y mi corazón no pensó en las consecuencias de amar a un hombre casado del cual no quiero separarme sin embargo debo hacerlo.

Nuestra historia comenzó en setiembre de este año,  aunque lo conozco desde marzo pero él ni caso me hacía, debo admitir que me contentaba sólo con mirarlo de vez en cuando pues trabajábamos en ambientes alejados. Y las pocas veces que le contemplaba  conmigo  era serio, totalmente hermético, muy respetuoso. Y aún no puedo creer que todo empezara con un beso, sí, un beso, el cual me sorprendió que en ese momento fue él quien se puso rojo, no es un chiquillo,  tiene 50 años, casado, dos hijos ya profesionales. Yo tengo 34 años, soltera soy madre de una niña a la cual amo y trato de proteger. Y desde ese día él se convirtió en pieza importante de la familia que tanto he soñado tener.

Me agrada mucho el que él pase tiempo con nosotras, hay veces que parecemos una familia, el vivir esos momentos me llena, me convierte en una mujer feliz, no obstante, cuando él se despide, toda mi familia se divide. No sé si agradecerle el hecho que pase tiempo conmigo o quizá alejarme, ya he terminado con esta relación en dos ocasiones, sin embargo él no quiere, pero tampoco me ofrece nada, solamente cuando se refiere a nuestro futuro alega no saber qué pasara. Daría mi vida por él pero no sé si él la daría por mí.

Sufro mucho, saben, y si una de las lectoras lee esto, por favor no se enamoren de un hombre casado, vivirás atada a un sentimiento que no puedes gritar a los cuatro vientos, tendrás que callar por temor a ser juzgada. Terminarás esperando las migajas de amor que te pueda dar.

Sé que pronto tendré el valor suficiente para irme de su lado, quizá lo haga sin avisar porque no quiero que me detenga, solo de imaginar alejándome de él ya me duele, pero debo recuperar el amor por mí misma y convencerme de que mi niña no necesita de un padre para sentirse en familia. Trato de no sentirme culpable por amar, no le exijo nada, mucho menos que cambie su familia por mí, jamás le pediría eso, pues con qué derecho, solo disfruto de cada instante a su lado y le estoy muy agradecida por los momentos vividos que no olvidare mientras viva.

Cuando desperté aquel martes 3 de setiembre no imaginé que empezaría a escribir una página más en la historia de mi vida, claro que no tendrá final feliz, pero al menos tendré un recuerdo donde regresar. Y en ese recuerdo estará su nombre, su sonrisa y todo el amor que recibí.