Jo era su nombre

Jo era su nombre, era todo lo que una chica como yo podría desear. Lo conocí en una clase de literatura en la escuela a la que yo iba en mi último año en la escuela secundaria. Él era mexicano, pero me contó que había nacido aquí, por lo que era considerado americano. Yo había tenido clases con él antes, pero no sabía lo que sentía por él hasta entonces. Era alto, delgado, ojos cafés, piel blanca, y yo todo lo opuesto.

Jo era muy atento conmigo pero yo sabia que nunca tendría una oportunidad con él, ya que casi no notaba mi presencia. Lo que más me enamoró de él fue su forma de pensar, de expresarse. Todas las noches me imaginaba cómo sería si algo llegara a suceder entre él y yo.

Lo miraba disimuladamente, sonreía cuando él no lo notaba. Algunos días me sentí muy mal porque él siempre miraba a otras chicas en la clase excepto a mí. Deseaba con todo mi corazón que él sintiera el más pequeño amor hacia mí. Varias veces intenté dejarle una nota anónima en su mochila mientras él no se daba cuenta pero no tenía valor para hacerlo.

Un día me armé de valor y le dije que me gustaba. Me dijo que yo le gustaba también. Me sorprendí mucho al escuchar sus palabras y mi corazón se llenó de ilusión por completo. Ese día me dijo que lo esperara afuera de la escuela para irnos juntos a casa. Me tomó de la mano y nos sentamos en una banca que había cerca del parque, me dijo cosas lindas como que me quería mucho. Cada vez que yo lo escuchaba sentía como si mi corazón saliera de mi pecho de tanta felicidad. Yo no supe qué decirle y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, me secó las lágrimas con una servilleta y se acercó lentamente a mí. Yo nunca había besado a nadie en mi vida y estaba muy asustada de como lo iba a hacer. Lo detuve y le dije la verdad de que no había besado a nadie. Él se sorprendió mucho al oír eso y me dijo que me enseñaría a besar. En ese momento me sentí avergonzada, pero cuando él rozó sus labios contra los míos me quede paralizada, suavemente me besó y arrastrándome a seguir su ritmo. Empezó a besarme con más fuerza y sentí cómo mi corazón se llenaba dentro de mí.

Ya llevábamos dos meses juntos y todo iba de maravilla. Todo comenzó a cambiar una tarde que me invitó a su casa para ver una película que había rentado. Yo fui a su casa y llevé algo para que comiéramos, cuando terminó la película sus hermanas tenían que salir y sus padres estaban trabajando. Nos quedamos solos en su casa y él comenzó a besarme. Para ese entonces ya yo era una experta, ya que me había ensenado el mejor maestro. Comenzó a acariciarme la espalda y de repente sentí escalofríos en todo mi cuerpo. Sabía cuál era el motivo de sus caricias, me comenzó a desabotonar la camisa y lo detuve. Le dije que no tendría sexo con ningún hombre hasta que yo no me casara.

Sentí como empezó a enojarse y se apartó de mí bruscamente. Trató de disculparse al mismo tiempo que de convencerme con palabras dulces. Cuando le dije que no lo haría se enojó como nunca lo había visto enojarse. Me dijo que ya no quería seguir conmigo, que no podía estar con alguien quien no le diera lo que él quería. Fue lo peor que me había pasado. Descubrí que todo era una mentira, que solo andaba conmigo para poderme llevar a la cama.

Hoy hace tres meses desde que rompimos, trato de contener las lágrimas cada vez que lo veo. Siempre me arrepiento de haber creído que él era diferente, de haberle entregado mi alma y mi ser. Lo extraño pero sé que hice lo correcto. Me duele que mi primera relación haya terminado y que todo lo que yo había soñado no eran más que eso, sueños.