A través de una pantalla

No sabía lo que era, no sabía cómo se sentía, lo único que sabía era que se sentía bien y me hacía feliz… Pero, ¿y Él? ¿Él también se sentiría igual que yo? Y aquí es donde comienzan mis miedos, mis dudas, mi inseguridad, mi terror a perderlo como amigo. Mi decisión fue guardar silencio y preservarlo como amigo, así ni él se sentía incómodo, ni yo triste.

Empezó de una manera común y corriente, con un hola, cómo te llamas, y todos esos cuentos que se dicen cuando se conocen las personas, y yo no lo recuerdo, pero dice él que dejé de hablarle por un tiempo, no sé cómo pude cometer ese error.

Después de ese tiempo él me volvió a hablar, y comenzamos de nuevo, intercambiamos números de teléfono, nos mandábamos mensajes siempre, para decirnos cualquier cosa, pero el motivo era estar siempre en contacto, llegó el día en que él me interesaba cada vez más y más, ya no podía estar sin saber de él, sin platicar con él,

Tenía esa necesidad de platicar con ese muchacho que poco a poco se fue ganando mi corazón a través de una pantalla. Con él platiqué cosas que nadie más sabía, que a nadie más le había dicho, se ganó mi confianza demasiado rápido, le tomé cariño muy pronto, y eso hizo que lo que yo sentía creciera cada vez más rápido, sentía que él me entendía muy bien, y esperaba el fin de cada día, solo para platicar con él.

Recuerdo la primera vez que le dije “te quiero” sentí un descanso en mi alma, moría de ganas por conocerlo, sin embargo, tenía miedo, nervios o no sé, pero así era. Por temor a perderlo como amigo a lo más que llegaban mis muestras de afecto eran a “te quiero mucho”.

Llega el día, un bonito viernes, la suerte corría de mi lado, esperé el final del día para tener una mínima posibilidad de verlo, estaba nerviosa, lo acepto, pero era más mi alegría y emoción. Le mandé un mensaje y su contestación fue lo único que necesité para sonreír, por fin lo vi, creo que en ese instante lo amé, lo primero que hice fue abrazarlo y mi nerviosismo ganó, al grado de no dejar de hablar como loca.

Luego él sonrió y yo lo confirmé, me enamoré! Desde ese entonces, ya no sale de mis pensamientos ni un solo momento, y lo amo más cada segundo, estoy tan feliz de haberlo conocido, estoy feliz de amarlo como lo estoy haciendo, hace de mis días lo mejor, simplemente es el amor de mi vida, es todo para mí, es mi vida y lo amo demasiado! Más de lo que él se imagina, y más de lo que yo me imaginé que podría amar a alguien, lo amo, y así será por siempre.

Ahora él es la razón de mis sonrisas, el motivo del brillo en mis ojos, es por el que siento un zoológico en mi estómago, es por él que soy feliz.

Para ser más detallista, la historia de amor, comienza así:

Mi historia comienza un septiembre, específicamente del 2011…
Conocí a un chico por Internet, comenzamos nuestra platica casual, como siempre se comienzan, con un: Hola, cómo estás?

Después de seis meses de platicar, conocernos, nos empezamos a comunicar por teléfono, era un gasto enorme, tener que ponerle dinero al celular, para seguir platicando con ese chico, pero sin duda alguna, para mí, valía la pena.

A los ocho meses de estarnos frecuentando, solo por teléfono y las redes sociales, ocurrió mi primer sueño de ilusión con él, yo ya sentía cosas muy fuertes por él, pero como mencioné antes, no podía decirle nada, una madrugada, tuve como el flechazo de una conversación donde me dijo más o menos por donde vivía, y lo supe, sin ninguna duda, por medio de un sueño, supe dónde vivía, era cerca de un lugar que yo frecuentaba bastante.

Le comenté mi ridículo sueño (eso me parecía en aquel entonces) a lo que él me comentó: “Pues si un día, andas por ahí, me avisas y nos conoceremos”.

Yo me ponía nerviosa de solo pensar en ese momento en que lo conocería.

Un día, después de la escuela, pasó, lo conocí en ese lugar, lo primero que yo hice fue verlo sonreír (cada vez que recuerdo ese momento siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, y unas inmensas ganas de llorar de felicidad), una sonrisa angelical y sincera, corrí hacia él, y lo abracé, me impregné de su perfume, era un aroma especial, después de abrazarlo, lo que me pareció una eternidad, lo miré a los ojos, sus ojos brillaban como fuegos artificiales, estuvimos platicando, aproximadamente 10 minutos, pero a mí me parecieron tres segundos, nos despedimos, quedando de acuerdo para vernos de nuevo.

Corrí hacia mi auto, y no podía dejar de sonreír, me dolían las mejillas de la sonrisa que se dibujaba en mi rostro, me sentía la persona más dichosa del mundo entero.

A la semana siguiente, nos hicimos adictos a mandarnos mensajes, y lo único que decían los mensajes era lo mucho que nos queríamos (seguíamos tratándonos como amigos)

Hasta que un día, entre los “te quiero” se atravesó un “te amo”, yo no supe qué decir, lo único que quería hacer era gritar, brincar, bailar de alegría, lo único que pude responder fue: “Al fin puedo respirar, mi sentir es compartido, también te amo”

A partir de ahí, nos citamos en un parque, y un 10 de abril de 2012, nos hicimos novios formalmente.

Aun, a casi dos años de relación, seguimos amándonos, como antes de ser novios, aun somos los mejores amigos que se conocieron por Internet, aun nos comprendemos, aun platicamos, y aun nos conocemos, dentro de muy poco nos vamos de viaje, y anunciamos nuestro compromiso, encontramos en el otro la pareja ideal, nuestro compañero/a eterna.
Y todo comenzó a través de una pantalla.